Las estaciones y su influencia en la fertilidad

Estefanía Hurtado.

Estefanía Hurtado.

Doctora en Bioquímica y Biología Molecular y presidenta de AEFENA

Con la llegada del mes de junio, mes en que la “American Fertility Association (AFA)” lo asignó para ser el mes internacional del cuidado de la fertilidad, me planteé que quizás en este mes, de entrada a la estación de verano, tenía lugar algún acontecimiento relacionado con la concepción que le haya hecho ser el elegido.

¿Quizás en este mes nos quedamos embarazadas más fácilmente, naciendo por tanto más niños en febrero o en marzo?

Tendría su lógica dar con este razonamiento, ya que, con la llegada de las estaciones del año, cuyos días son más largos y con mayor cantidad de días soleados, nuestra vitamina D podría aumentar y, con ello, todas las funciones que se llevan a cabo gracias a ella, incluidas las funciones reproductivas, se verían potenciadas (Luk et al., 2012 & Dabrowsky et al., 2017); además, si nuestro estado de ánimo se ve favorecido, también podría estar influyendo en positivo en la fertilidad. Sin embargo, los diferentes estudios estadísticos que recogen las tasas de nacimiento por mes, no corroboran este hecho.

¿Quizás se considera junio el mes de la fertilidad, ya que en este mes se producen más nacimientos?

Si esto fuera cierto, las fertilizaciones se verían favorecidas en los meses de septiembre y de octubre, en donde los días comienzan a acortarse, con menos cantidad de luz, y nuestros horarios puede que se adapten a un mayor descanso; todo ello haría que nuestros niveles de melatonina, la hormona del sueño, la cual se eleva cuando no hay luz, se viera aumentada. La melatonina se ha visto que se encuentra en elevadas concentraciones de los folículos ováricos y que la toma adicional de esta hormona aumenta la calidad ovocitaria y las tasas de embarazo (Olcese et al, 2020). Llegar entonces a este razonamiento, también tiene toda su lógica; sin embargo, nuevamente, las estadísticas no indican un mayor número de nacimientos en el mes de junio.

¿Hay algún mes en donde aparezca un mayor número de niños venidos al mundo?

Haciendo una revisión de la información y los estudios publicados al respecto, me gustaría poder mostraros datos concisos y claros al respecto; sin embargo, me he encontrado con varios estudios, pero sus resultados no llegan a ser concluyentes. Hay numerosos factores que han de tenerse en cuenta cuando queremos buscar una relación causa-efecto. Por ejemplo, no es lo mismo un enero en los países del hemisferio norte que en los del sur. En las zonas ecuatoriales, el calor de ciertos meses podría influir en la calidad del esperma y también en la ovulación; sin embargo, se requieren estudios mayores para concluir esta hipótesis (Bronson, 1995). En las zonas del norte de Europa se observó que había una mayor tasa de fecundación en la estación de primavera, en donde sus días con luz comienzan a ser más largos (Russell et al. 1993; Lam & Miron, 1994); sin embargo, una revisión reciente, concluye que la tendencia de nacimientos en Dinamarca es la misma que en Estados Unidos (Wesselink et al, 2020); en donde los meses de Agosto y Septiembre destacan ligeramente, hecho que ya se había observado para la parte norte del continente americano (Lam and Miron, 1994; Lam and Miron, 1996). En este caso, tanto en Estados Unidos como en Dinamarca, las fertilizaciones se darían a finales de Noviembre y durante el mes de Diciembre, meses de entrada al invierno en ambas latitudes y longitudes. En España, los datos estadísticos actuales muestran una tendencia similar; en el año 2019, los meses de Julio, Agosto, Septiembre y Octubre fueron ligeramente donde hubo mayor cantidad de nacimientos, siendo Octubre el más destacado (Instituto Nacional de Estadística, 2019). Pero no siempre ha sido así, en la década de los 80, la mayor cantidad de nacimientos se producía en Mayo, con el consecuente inicio previo de la gestación en la estación de verano.

¿Podemos justificar de alguna manera esta posible ausencia del mes de la fertilidad?

Sí. A las variables intrínsecas que esperaríamos influyeran en la estacionalidad de la fertilidad como pueden ser la latitud del país, con su correspondiente temperatura, humedad y luz solar; influyen además notoriamente el tipo de alimentación, que varía según el país, según la región dentro de un país y también según la estación; los hábitos de vida y el estilo de vida que llevamos, dependiendo del lugar del planeta donde nos encontremos y la estación del año. En los países donde tenemos más luz y un clima que nos permite alargar las actividades en el día, las relaciones sexuales pueden verse mermadas; o, por el contrario, podríamos encontrarnos con personas más propensas a relacionarse. Añadido a todo ello, existen otros factores no vinculantes que influyen de igual manera; por ejemplo, parece que hay tendencias respecto a cuándo las parejas deciden ponerse a buscar un hijo. Las parejas hacen sus cuentas con el fin de encontrar el momento adecuado para traer al mundo a su hijo y suele predominar en verano, para coincidir con una menor carga de trabajo; aunque la primavera también es una estación que gusta mucho por ser una temperatura suave y en pocos días llega de nuevo el calor. Los periodos vacacionales también son momentos donde las parejas disfrutan de más tiempo juntos y se encuentran más relajados, lo que también podría influir en positivo en el número de relaciones sexuales; por otro lado, muchas parejas aprovechan para viajar, lo que supone un estrés añadido que puede alterar incluso el ciclo menstrual: “dicen que París es la ciudad del amor y cuando fui con mi pareja hicimos de todo menos el amor”, esta frase de un cómico famoso español refleja lo que podría suceder si decidimos viajar en vacaciones a destinos donde su visita nos absorbe la mayor parte del tiempo por la enorme oferta cultural y de ocio que poseen. Y, por supuesto, está el factor azaroso de cuándo se producirá la fecundación; en cada intento existe un 25 % de probabilidades inherentes al proceso y en condiciones normales de que un espermatozoide fertilice al óvulo, lo cual, muchas veces no deja lugar a nuestras previsiones y es independiente de la estación o el mes en el que nos encontremos.

REFERENCIAS

Luk J, Torrealday S, Neal Perry G and Pal L Relevance of vitamin D in reproduction Human Reproduction, Vol.27, No.10 pp. 3015–3027, 2012

Dabrowski FA, Grzechocinska B and Wielgos M. The Role of Vitamin D in Reproductive Health—A Trojan Horse or the Golden Fleece? Nutrients 2015; Vol 7:4139-4153

Olcese JM. Melatonin and Female Reproduction: An Expanding Universe. Frontiers in Endocrinology. 2020; 11 (85):1-10

Bronson FH. Seasonal variation in human reproduction: environmental factors. Q Rev Biol. 1995 Jun;70(2):141-64.

Russell D, Douglas AS, Allan TM. Changing seasonality of birth— a possible environmental effect. J Epidemiol Community Health 1993;47:362–367

Lam DA, Miron JA. Global patterns of seasonal variation in human fertility. Ann N Y Acad Sci 1994;709:9–28.

Wesselink AK, Wise LA, Hatch EE, et al. Seasonal patterns in fecundability in North America and Denmark: a preconception cohort study. Hum Reprod. 2020;35(3):565-572.

Lam DA, Miron JA. The effects of temperature on human fertility. Demography 1996;33:291–305.

Instituto Nacional de Estadística (INE). Movimiento natural de la población. Datos provisionales. Año 2019. Nacimientos por mes y orden del nacimiento

https://www.ine.es/jaxi/Datos.htm?path=/t20/e301/provi/l0/&file=01002.px#!tabs-tabla

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